jueves, 12 de febrero de 2009

ESTÉTICA PARA UN VIAJE A LOS SENDEROS DE ABYA YALA

Por: Betsy Barros Núñez

Según Walter Ong [1], los residuos orales no son otra cosa que las huellas de la oralidad primaria en el texto literario. Implícito de la plasticidad cultural a que alude Encuentros en los senderos de Abya Yala; pensamiento milenario que evoca y hace vigente Miguelángel López Hernández (Malohe), también conocido como Vito Apüshana, autor de la obra ganadora en el año 2000 del premio Casa de las Américas, de Cuba, en la modalidad de Poesía.

Los patrones acústicos, semánticos y gramaticales son elementos importantes en el clima de la creación artística. Y en este poemario hay una alta carga semiótica: El contacto entre los hablantes, el uso de elementos formularios, las fórmulas (recursos de la memoria), las metáforas, son argumentos en vía de comunicación en que el código preferente es la lengua y el lenguaje poético en el contexto de campos de alusiones narrativas (testimonios, relatos, mitos, leyendas, costumbres y tradiciones). La obra, entonces, emerge en presencia de un “auditorio”, soportada en instrumentos provistos por la tradición (la Luz de la hoguera, el Jaguar, la Serpiente, la Hormiga, el Maíz, el Chocolate, el Cactus, Wanülü, Pülowi).

Aquí descansa la validez estética de Encuentros en los senderos de Abya Yala; traducir las imágenes en poemas favoreciendo aspectos de la lengua y el contexto social, mostrando los momentos claves (mitos de pasajes, ceremonias, celebraciones y rituales colectivos) en la afirmación de identidades sociales y el ejercicio del poder social. Tal lo expresa “Al Pie del Fogón”; un amplio panorama de la cotidianidad, donde las voces, los escenarios, las faenas diarias y la presencia de los espíritus pasados dan unidad al grupo que resuelve su asombro ante la vida.

Al pie del fogón (2)

Al pie del fogón el mundo se recrea…
leves voces salen a contarlo,
a describir sus formas y sus pálpitos a través del día.
La voz del pequeño Trayen cuenta
que el sendero de los Coigüe parecía
un nuevo camino, pues, había descubierto
las luces del adiós del sol anaranjeando los troncos.
La voz de la bella Copihue narra
de los cuatro huevos de ganso que recogió cerca de los caballos,
mientras espantaba a dos lagartijas pardas
La voz de Choeque, el pastor, nos dibuja el cruce del río de sus ovejas,
de los pastizales de Rincón Hondo y Voipire, del hambre mitigado por un pan de ázimo…
Y cada uno cuenta la vida en el día recién ido…
la voz de Lucecita se asoma para decir nada,
pues, ella vivió el día sonriendo entre los faldones de su madre.
El anciano Tapeimal desnuda su historia con su miradaen las estrellas de la Cruz del Sur,
surgen algunos cantos y se despierta la música de Trompe y la Trutuka.
La voz de Lorenzo, entonces, se interna en los viejos relatos de las “Lecturas Araucanas”,
en donde hablan de caballospillañ, de gallos karekare y brindan chicha mareupu.
Y la madre, del prendedor plateado, se duerme asegurando
que las fuerzas del equilibrio, incansables, continúan criándolos [2].

La lectura en voz alta, entonces, devuelve a la poesía su corporeidad sonora, lo que tiene un fuerte vínculo con la dimensión oral del lenguaje. Por ello es un texto plural Encuentros en los Senderos de Abya Yala, donde el intercambio social constituye su situación generativa (en torno al fogón, en el entierro-desentierro, en los bailes…) dejando campo para la expresión artística. Momentos en los cuales se suceden rituales de incorporación y bendición y se conforman “los círculos”, cercanos de jerarquías, donde los presentes juegan distintos papeles.

Es un texto plural, cuyo medio expresivo alude a muchas vías de comunicación y donde las imágenes mentales no solo están constituidas por los sentidos sino también por el sonido, presencia viva, para las culturas orales. Donde la epifanía proveniente de las dialogías devuelve al lector la voz de sus hablantes. El canto del viaje, ell estado de ánimo, las sensaciones y formas de percibir la realidad, el traslado del tiempo (siempre en presente en la lectura) sirven para acercarnos a la “realidad orgánica” de la poesía oral y la oral literatura.

“El cosmos es un evento en curso con el hombre al centro”, al decir de Ong. Así, las relaciones sociales son diálogos de orígenes y cantos primitivos; alusión mítica, imaginería del sueño, tal se evidencia en el poema que se anuncia.

Recolección de las hormigas (2)Hormigas… y los siglos:
¡Los Mochicas se fueron tras los cantos de las ballenas!
¡Perseguimos el destino del caballo de las estepas!
¡Hogueras rogativas para los Kofanes del Putumayo!
Alpargatas de Timoleón García abandonadas en los surcos.
Las hormigas descubren el origen de los Nazcas
en las pinzas de una araña muerta.
Humus… sobre el viejo tronco esperan la canción y la noche
Hormigas en los tallos de la berenjena… hacia los pétalos de la alcachofa.
Tomates fritos cerca del deseo.
Palpitaciones de algo que se aproxima
Círculo para inventar cuentos contra el temor:
“había una vez… una remembranza de lo por venir”.
Poner en las axilas las Piedras Percutidas del primer poblador de los campales de Canaima
Hormigas transportando partículas del sueño de un mono aullador
Un pájaro premonitorio grita en la hornacina de la anciana Masse:
“Panecillos rescatados en el precipicio del hambre”
En el cerro de Auyán Tepui las hormigas humedecen
los ombligos de las mujeres señoritas¡eh!,
Timoleón, antes de morir, levanta una historia contada por un niño,
Metamorfosis del lucero matutino en la mirada de una mujer en efluvios.
Las hormigas raptan la lógica de los soñadores de paraísos…
y escuchan el estruendodel rocee de dos hojas secas de Arrayán.
En la matriz de la tierra continúa, en secreto, un incandescente romance,
Salvos: así se ven los durmientes del monte fecundo de Roraima [3].

A través de este poema, la representación simbólica de animales como la hormiga y la araña, y su relación con los alimentos, con la vida humana de los pueblos Mochicas, Kofanes, Nazcas, su organización social y su cercanía con el conocimiento, la sabiduría y la vida en comunidad, son una suerte de filogenética cultural que da cuenta de la coincidencia con las antiguas civilizaciones egipcia, china y maya. De igual manera, con las culturas mesoamericanas, donde los animales podían ser utilizados como adornos, en sacrificios rituales o como alimentos (langostas y hormigas). Mientras, para los Egipcios, la hormiga era símbolo del iniciado que llega al conocimiento de lo que los sacerdotes esconden al vulgo.

Recolección de las hormigas… El hombre con los ojos en la espalda reconociendo sus huellas. El hombre tras su destino. El hombre en la matriz de la tierra en incandescente romance.

La intertextualidad es eco de la sabiduría ancestral en las comunidades indígenas invocadas por López-Hernández. La Araucana y El Yurupari interpelan al lector.

Con palabras que no son simples etiquetas del discurso, el autor excede lo vernáculo apoyado en la gama de lenguas de los grupos amerindios: Mapuche, Wayúu, Kogui, Alwaka, Quichua, Atuntaqui, Nahua. Las comunidades todas de América instalan su residencia en los senderos inscritos por Malohe, retratos de viaje para una tierra en plena madurez, donde “el único criterio estético que acepta la obra literaria es el íntimamente ligado a las emociones humanas” [4].

Notas:[1] ONG, Walter J., Oralidad y Escritura: Tecnologías de la palabra, Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 1994.[2] Miguelángel. Malohe. Encuentros en los senderos de Abya Yala. Quito, Ediciones Abya Yala, 2004, p. 25.[3] LÓPEZ HERNÁNDEZ, Miguel Ángel, op. cit., p. 83[4] XINGJIAN GAO. La razón de ser de la literatura: Discurso al recibir el premio Nobel de Literatura, 2000.
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Publicada por:
© Betsy Barros Núñez
LA CASA DE ASTERIÓN
Ensayo
ISSN: 0124 - 9282
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MediaIsla Resumen 1107